2.10.07

El Loco

Yo quiero al loco, de verdad que me brotan por él mis más dulces sentimientos, y es su presencia, su existencia el más benévolo de mis regocijos. Entiéndase bien que no hablo de aquél que nació loco por que falló la genética, ni aquél que contrajo una enfermedad extravagante; por ellos quizá tan sólo sienta envidia o lástima, no lo sé con certeza. Yo al loco que quiero, al que respeto con ferviente devoción, es a aquél que ha comprendido ese secreto, cuyo descubrimiento perturba las mentes de manera inevitable. Estoy refiriéndome a esa persona cuya sensibilidad e inquietud lo han llevado a quitarle el impune velo a este mundo, y ha tomado conocimiento de la dura realidad de la existencia. Ese tomar conciencia de la paradoja en que vivimos, de lo ridículo que es este imperfecto mundo, reflejo defectuoso -supuestamente- de aquel legendario “Topos Uranus” del que hablaba Platón; ese comprender que los apetitos más nobles y profundos jamás serán saciados completamente, lleva, inevitablemente, a la locura; a la más fantástica de las locuras.

Quien ha comprendido realmente en qué consiste este juego de vivir, se abre abruptamente de la senda más transitada, y comienza a recorrer solo un camino desconocido, con el lógico temor y las obvias demoras que semejante empresa trae aparejadas. Descubre que en esta vida se puede hacer algo mayor, algo superior a lo que supuestamente marcan los cánones de conducta, por más difícil que sea; y no tiene otra opción que intentarlo, pues sus sentimientos más fuertes se encuentran comprometidos desde la raíz en esa idea... O mejor dicho, sí tiene otra opción: la auto-eliminación, pero muchos de estos locos poseen un sentimiento de valor y entereza que les impide tomar los caminos más fáciles y cómodos, razón por la cual rechazan vehementemente esta última opción.

Entonces, la masa uniforme mira con sorna al extraviado y se mofa de su inseguro andar... Y le llaman “loco”.
Ese loco, que tanto quiero, sufre de verdad, pues tiene el don de ver. Y en todo aquél que puede ver lo que ocurre en la tierra, una herida flagrante se abre en su pecho. Una terrible amargura tiñe de azabache hasta sus huesos... Cada injusticia que ve, cada dolor del que toma conocimiento, cada iniquidad, cada afrenta, cada desolación que conoce, desgarra con violencia la raja que en su pecho crispa, retuerce con crueldad los jirones de carne que rodean su herida de amor. Tanto dolor se hace insostenible para una mente lúcida, por eso la misma, lentamente, se opaca. Ideas trashumantes invaden la psiquis, quimeras y maquinaciones intentan tomar por asalto la mente y expulsar de ella todos los pensamientos sufrientes. Ebrio de elucubraciones etéreas, su caminar se aparta de la vasta senda y emprende un desconocido viaje en soledad, esquivando espinas lacerantes, con paso errante y con temor.

Entonces, la masa uniforme mira con sorna al extraviado y se mofa de su inseguro andar... Y le llaman “loco”.

Ese loco es a quien yo quiero, pues sea quizá el único que realmente esté vivo. Por más que la mayoría lo crean muerto. Por ellos, en su honor, es este sencillo homenaje.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Impresionante!!! Muy Nietzchtiano!
Salute! Y Bienvenido nuevamente a la comunidad Bloggera (<----Odio esta frase! jajaja!)
Abrazo!
Chiqui

Anónimo dijo...

Gracias pero no hacia falta tanta alharaca!

Bones dijo...

Kiko ha vuelto! recien ahora me doy cuenta que volviste a escribir.

Me gusta mucho leer este blog, aunque no entienda mucho jajajaja :P

saludos!

Mk dijo...

Genial, Kiko! El loco es el que le hace recordar a la gente de que sigue atrapada, que están dentro de la caja, y de que están a salvo de la lluvia, del frío y del amor.